martes, 24 de febrero de 2015

HATTORI HANZO

¡Hola de nuevo, foodies!

¿Cómo van las cosas? Tras un pequeñísimo periodo de vacaciones, vuelvo a la carga con la uni, curros, blogs y con muchas ganas de volver a sentarme con vosotros.

Llamadme pesada, pero os quiero dar las GRACIAS porque ya hemos superado con creces las 22.000 visitas y estoy que no quepo en mí de gozo, ¡sois de lo bueno lo mejor! Os pensaba hacer un regalito cuando superara las 20.000 pero a este ritmo no sé qué hacer ni cuándo, ¡jaja!

Hace unos días un amigo me decía que solo publico sitios donde todo está buenísimo, a buen precio y de genial calidad, y que echaba de menos alguna crítica no tan buena; así que hoy, para demostraros que no todo son buenas experiencias (sí, la vida del crítico gastronómico aficionado y poco solvente es muy dura), os voy a enseñar un sitio al que no tengo intención de volver.

El lugar de la discordia se llama Hattori Hanzo, una "taberna japonesa" situada en la calle Mesonero Romanos 15 (metro Callao L3 y 5). Tienen una web que lleva en construcción desde que el mundo es mundo, por lo que si queréis ver fotos, comentarios y demás, id a su página de Facebook.

Lo conocimos tras leer un artículo sobre él en el periódico, y tras la visita, podemos resumir la experiencia en una frase: "el buen márketing hace milagros".

Como habíamos leído que estaba bastante concurrido, decidimos ir un día de diario a mediodía esperando que hubiese menos gente. Y acertamos. O bueno, casi. Me explico: cuando llegamos había varias mesas vacías, así que no nos pusieron ninguna pega para sentarnos. Lo que nos pareció curioso es que en vez de ofrecernos una mesa, nos sentaran a los tres en fila frente a la pared, con las vistas que podéis ver en la foto.

Sí, mi bolso es precioso, pero la pared, no tanto.

Sinceramente, no me importó en absoluto comer en fila y de cara a la pared puesto que es algo muy habitual en los restaurantes asiáticos, lo que sí me molestó enormemente es que sentaran a los que entraron detrás de nosotros en una preciosa mesita la mar cool y que, al igual que nosotros, llegaban sin reserva.

Bonito, ¿verdad? Pero solo si puedes disfrutarlo

El sitio donde nos sentaron tenía otra enorme pega: la barra está a escaso metro y medio de las mesas de la pared por lo que tu espalda prácticamente da con la espalda del que está comiendo detrás de ti, y si a eso le añades que los camareros pasan continuamente entremedias, os podéis hacer una idea de la de codazos que nos llevamos.

La siguiente sorpresa fue descubrir que no se puede comer de carta a mediodía. Muy sorprendidos preguntamos que por qué no avisaban y la respuesta fue: "la página web está en construcción, pero lo hemos puesto en Twitter". Mi cara fue épica. ¿En serio me tengo que meter en vuestro Twitter para una consulta sobre vuestro restaurante? Es más, ¿tengo que estar pendiente de todos vuestros tuits para enterarme de que solo se puede comer de carta por la noche? En fin...

Así que, por no irnos con las bebidas ya en la mesa, pedimos de menú, ¡qué remedio! Por suerte tienen bastante variedad e incluyen entrante, principal y bebida por 12.50 €

Nuevo inciso: no esperéis comer en menos de 90 minutos. Solamente en traer los entrantes tardaron 20 minutos. E insisto: el restaurante NO estaba lleno y en ningún momento lo estuvo. Me parece increíble tener que esperar todo ese tiempo para comer dos sopas y una ensalada. Por suerte estaba todo bueno, aunque claro, muy mal tendrían que hacerlo para que una sopa miso y una ensalada wakame estén malas.

Sopa miso y ensalada wakame (¡me encantó el plato!)

Lo que no imaginaba, es que los 20 minutos de los entrantes se me iban a hacer cortos en comparación con los 35 que estuvimos esperando para tomar los principales. Pedimos un oyakodon (arroz, pollo y huevo), un tataki don (tataki de atún sobre ensalada) y un curry katsudon (cerdo empanado con salsa curry y verduras). Aparentemente todo tenía buena pinta y con el hambre que tenía podría haber devorado un elefante, PERO cometí el error de pedir el tataki.

Os cuento: el atún estaba de vicio, pero el error es servirlo en una cama de escarola sin aliño ninguno. Como todos sabéis (y si no, os lo digo yo), la escarola tiene un sabor bastante amargo y si no se come con algo más, resulta hasta desagradable. En teoría iba servida con una vinagreta, pero no vi ni rastro de ella. Si me preguntáis por el arroz del bol, os diré que no servía ni para hacer hormigón. Un desastre absoluto.

Sin embargo, tengo que decir que el oyako y el katsu curry estaban deliciosos, así que me comí el atún y piqué de los otros dos platos.

De arriba a abajo: oyakodon, tataki de atún y katsudon.

El postre no venía incluido, pero decidimos probar el dorayaki (a 3.50 € y preciosamente servido pero totalmente insípido) y un café (son tan cutres que no tienen máquina sino que es Nespresso y te cobran hasta 2.80 €). Ni que decir tiene que esperamos unos 15 minutos para que nos lo sirvieran y a día de hoy sigo sin encontrar un motivo coherente...

Todo lo bonito que tiene, le falta de sabor

Y cuando pensábamos que por fin podríamos irnos... ¡otros 15 minutos para pagar! No hay cosa que odie más que que me hagan esperar para pagar. Puedo entender que tarde la comida, que tarden en darme mesa, que tarden en... Lo que sea. ¿Pero en pagar? En esos momentos tienes la sensación de que les importa todo tan poco, que ni se molestan en ganar dinero.

Respecto a la comida ya está todo dicho. Ahora voy a tratar otro tema no menos escabroso.

A mitad de la comida, apareció como elefante en una cacharrería, una mujer dando gritos a todos los empleados (suponemos que era la encargada o similar), diciendo que la caja de la noche anterior no cuadraba y que venía sin comer. Acto seguido entró en la cocina y pudimos ver como se comía todo lo que tenía a mano (sí, la cocina está en medio del local y está acristalada, por lo que se ve perfectamente lo que ocurre dentro). Aclaro que ni se cambió de ropa, ni de zapatos y ni siquiera se recogió la larga melena que lucía. Poco después salió de la cocina (gritando, claro), se puso a arreglar las cosas de la barra y como no parecía contenta, volvió a entrar y comenzó a preparar platos con el resto de cocineros (y no digo ayudar en algo concreto, no, digo cocinar con todas sus letras y con todo lo que conlleva). ¿Falta de higiene? Por supuesto, pero según el restaurante no es algo tan grave, y si no, leed la conversación que tuvimos más tarde vía Twitter (su principal medio de comunicación, claro).

Y se quedan tan anchos.

Lo más gracioso vino después, cuando "alguien" empezó a insultarme por lo que había escrito, y yo, como buena twittera que soy, comencé a buscar más sobre este personaje y encontré que solamente se dedica a escribir mal sobre la gente que hace malos comentarios sobre el restaurante.

Ejemplos de elegancia en Twitter

Y aquí lo dejo, que si escribo más voy a empezar a decir cosas de las que pueda que me arrepienta (o no).

Valoración general: un 4, dos para el oyako y dos para el curry. Ni un punto para el personal (que mejor estarían haciendo cualquier otra cosa), ni para la higiene general (tendríais que haber visto los baños...), ni para su community manager (que ni reconoce los fallos, ni tiene educación). Y tal y como les dije vía Twitter, no volveremos.

Tremendo, ¿verdad? Una lástima que un sitio con "tanta fama" haya resultado ser una auténtica estafa. Por suerte, no todos los sitios que visitamos son así de malos, así que muy atentos a la próxima entrada que ahí sí que vais a querer ir :)

Un besote muy grande y que tengáis un felicísimo día.

Carolina.

P.D. Aún seguimos oliendo a fritanga. Espero que algún día de este milenio arreglen el gravísimo problema de extracción que tienen.